El título suena raro.
Se trata de cómo veo yo el panorama político.
Más detalles.
Recuerdo, que ya empiezo a tener edad de recordar otros tiempos, unos tiempos en que había políticos de talla. Intelectual, moral, ética, cultural. Hombres y mujeres (desgraciadamente menos de éstas últimas) con unos estudios, prestigio y luchadores/as. Con los que compartía ideas o de los que era acérrimo adversario, pero gente con un nivel.
Voy a poner nombres, algunos, aunque faltan muchos, para que se me entienda: Joan Raventós, Maria Aurèlia Campmany, Isidre Molas, Jordi Solé Tura, Miquel Roca, Manuel Fraga, Nicolas Redondo, Marcelino Camacho, Herrero de Miñón, Quim Nadal, Pasqual Maragall, etc, etc. Catedráticos, doctores, licenciados, luchadores sin diploma o con él, gente culta, curtida en la calle y/o en las aulas. Los mejores de su generación.
¿Y qué tenemos hoy? Los mediocres, en el mejor de los casos. En algunos, ni eso. Mediocres con estudios y mediocres sin estudios. La mediocridad uniformiza.
Por ejemplo, fijaos lo que tiene el PP. El bobo gandul del Rajoy, que no dice más que obviedades y tonterías ("fin de la cita"), flanqueado por la Cospedal (doña finiquito en diferido) con mantilla y peineta y el Floriano, que éstos dos elementos/as sí tienen título universitario, aunque no sabemos en qué tómbola se lo dieron. Bueno, y esto es la cúpula del partido. No te digo ya lo que hay para abajo: lameculos, chanchulleros y buscavidas que se han puesto en la política para medrar, porque son incapaces de destacar como investigadores, literatos, empresarios o lo que sea fuera del partido. Eso los que no son unos corruptos. Bueno, algunos como Rodrigo Rato destacan por haber hundido en cuatro días una de las mayores entidades financieras del país y quedarse tan ancho.
Pero la cosa va más allá. En la izquierda igual. ¿Dónde están los grandes ideólogos? Los que son capaces de ir más allá de las consignas de barricada o esloganes simplones. Ha sido sustituidos por funcionarios del aparato. Por gente cuyo currículum es el de estar en el partido desde que nacieron, prácticamente. Véase el Oscar López, buen chaval él, la Susana Díaz, la esperanza del PSOE, que tardó 10 años en sacarse una licenciatura en derecho, o la mismísima Carme Chacón o el propio Pere Navarro. Gente cuyo empleo está, desde el primer día de su vida laboral, vinculado al partido. Funcionarios del aparato. Con estudios, eso sí. Hay otros que ni siquiera eso (véase Antonio Balmón).
Lo mismo; y bueno, si esos están en la cúpula, ¡que va a ser más abajo!. La mediocridad se irradia y amplía.
Como la mayoría de estos no tienen oficio ni beneficio y han hecho de la política su único modus vivendi (muy bien "vivendi" algunos, por cierto) y no son catedráticos que al dejar la política puedan volver a su cátedra y universidad, ni son médicos que al dejar su escaño puedan volver a su plaza hospitalaria, ni carpinteros que al dejar el consistorio vuelvan a su carpintería de toda la vida, no les queda más remedio que optar entre la cola del paro o aferrarse al cargo con uñas y dientes y cortar cualquier cabeza que pueda destacar (por bien) y que les pueda hacer peligrar su puesto. El resultado: quedan los peores.
Lo dicho, estamos en la era de los mediocres
Y, por si acaso hay malentendidos. La mediocridad no tiene nada que ver
con los estudios ni las titulaciones. Hay casos de doctores y catedráticos absolutamente
mediocres (Carlos Floriano es el paradigma) y casos de todo lo contrario; José Montilla por ejemplo.